Qué sencillo, Martín

Las perseidas vacilaban, como tú. Un que sí pero no durante toda la semana que mantuvo en vela a tu madre la madrugada del sábado al domingo. Noche en la que tu padre ejerció de lirón. Amaneció y tocó pisar el acelerador porque ya querías ver el sol.

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Tu madre era valiente. Es valiente y será valiente. Pero el anestesista vino para que se relajasen hasta los dedos de sus pies. La matrona hizo una llamada y allí apareció media facultad de medicina. No para ver ningún tipo de acción médica -esa fue la versión oficial- sino para verte a ti.

Al salir, lloraste porque te separaron de tu madre pero pronto la volviste a abrazar, cuerpo a cuerpo, corazón con corazón. Con tu oreja izquierda apoyada en su pecho entreabrías de vez en cuando tus llorosos ojos para ir viendo a los desconocidos que poco a poco se iban acercando para maravillarse contigo. Qué sencillo.

Y todo esto el día de Santa Clara, el 11 de agosto de 2019. A mitad de tarde. Jornada vespertina en la que un barco traducido como ‘Brazos Abiertos’ buscaba que algún puerto mediterráneo levantase el cerrojo. Jornada en la que el Real Madrid empataba amistosamente contra la Roma con goles de unos brasileños llamados Marcelo y Casemiro.

Jornada en la llenaste de vida a tus padres y rompiste los nervios de tus abuelos, incluso de aquella que parecía no estar pero que era la más presente. Embobados, felices y enamorados. Te llevaron a la planta cuarta. ¿Sabes a qué habitación? A la número uno. Qué sencillo, Martín. Bienvenido.

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